El efecto arrastre del paso atrás climático de BlackRock

La menor proactividad de BlackRock puede servir de excusa a otras gestoras para hacer un alto. La guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto riesgos que no estaban contemplados. Pero debería ser un frenazo momentáneo

Larry Fink, CEO de BlackRock

Probablemente haya sido una de las noticias de la semana: BlackRock será menos activo esta temporada a la hora de apoyar propuestas medioambientales. La guerra en Ucrania le ha hecho replantearse su proactividad medioambiental con el argumento de que algunas de las propuestas de terceros inversores son demasiado agresivas.

El que BlackRock haya dado el paso puede servir de excusa -aunque la temporada de juntas ya está bastante avanzada- para que otros grandes inversores, que son claves para que este tipo de propuestas salgan adelante, como sus compatriotas State Street y Vanguard, también opten por ser más conservadores. De hecho, lo fueron el año pasado.

«Sí podría provocar un efecto en cadena. Es decir, que otros grandes inversores (State Street o Vanguard) den también pasos atrás», señala José Mª López Jiménez, especialista en regulación financiera.

No obstante, también podría ser utilizado como una excusa para tomarse un respiro en la carrera climática que provocó la COP 26.

«Quizás lo que haya que plantearse es si este respiro puede obedecer, además de a cuestiones geopolíticas, a una fatiga ante las innumerables medidas gubernamentales y regulatorias, que, como un caudal descontrolado, tampoco han servido para traer una cierta seguridad jurídica a los mercados de inversión (justo ahora, cuando, curiosamente, se comienza a acuñar una expresión de sentido opuesto a “greenwashing”, como es la de “greenbleaching”, que se podría traducir como “blanqueamiento verde”)», puntualiza López Jiménez.

En la temporada de 2021, BlackRock multiplicó casi por cinco su apoyo a las propuestas medioambientales, de acuerdo con datos de ShareAction, pero el salto de State Street y Vanguard fue menor.

El grupo activista lamenta, por tanto, el paso atrás de la firma que lidera Larry Fink y ha pedido a otros inversores una mayor actividad. «Nuestras investigaciones demuestran que muchas resoluciones están dependen de BlackRock y de otros grandes inversores pasivos para pasar», señala Share Action.

«Con el apoyo a propuestas climáticas en crecimiento, pedimos a otros grandes gestores de activos que no sigan el ejemplo de BlackRock», instan desde su perfil en Twitter.

Sin el apoyo de las ‘Big Three’ Engine No.1 no habría logrado su asalto a Exxon

ShareAction lleva años analizando el sentido del voto de los grandes inversores en las juntas y presiona a las grandes firmas para que sean más activas.

Por ejemplo, sin el apoyo de las ‘Big Three’ habría sido casi imposible el asalto de Engine No. 1 a Exxon. «Al analizar el porcentaje de participación accionarial de las ‘Big Three’ en las empresas que examinamos, se observa que 18 resoluciones adicionales habrían logrado el apoyo de la mayoría si una o más de ellas hubieran votado a favor en lugar de en contra», señalaba la ONG en su análisis de la temporada de juntas de 2021.

«Por tanto, una votación más proactiva de las ‘Big Three’ podría haber resultado en importantes mejoras en perfil empresarial en materia ESG», concluía.

No todas las propuestas se caerán

El paso atrás de BlackRock en materia climática es un claro ejemplo de la guerra en Ucrania exige un replanteamiento de cómo se estaba afrontando la transición energética.

«El giro en el apoyo -o no- a las propuestas climáticas presentadas a las juntas generales de accionistas evidencia, lo que sorprende en cierto modo, una falta de cálculo de los riesgos geopolíticos y energéticos asociados a la agresividad de Rusia con sus vecinos europeos, lamentablemente materializados con la invasión de Ucrania iniciada en febrero de 2022, a pesar de los serios antecedentes de 2014 y los años posteriores», reflexiona José Mª López Jiménez.

Las gestoras e incluso alguna de las cabezas más visibles del entorno financiero pro cambio climático -como Mark Carney– ya habían avanzado que la crisis energética podría provocar a corto plazo efectos contrarios -como inversiones en gas-, pero que habría que entenderse más como un parón, y no como un cambio de tendencia en el compromiso de la industria financiera con la ESG.

«No creemos que esta ralentización, para ninguna gestora, vaya a suponer ni mucho menos que se haya entrado en un callejón sin salida», valora López Jiménez.

«Los retos climáticos y sociales siguen estando ahí, el tiempo pasa, y, por una vez, la gravedad de la situación aconseja atender, además a los factores ESG, a otros igualmente críticos para el mantenimiento de la convivencia y del bienestar social, con un ojo puesto en el binomio rentabilidad-riesgo, sobre todo cuando se invierte por cuenta ajena», añade el experto en regulación financiera.

En este sentido, no todos los grupos activistas temen que BlackRock deje de apoyarles. Follow This, por ejemplo, parece que mantiene la confianza en que BlackRock continúe dando soporte a sus propuestas de votación para las juntas de las grandes petroleras.

Al preguntarle sobre cómo interpretan el paso atrás del sector, el grupo de activismo colaboracionista nos remite a un comunicado en el que avanzaba que esperaba que BlackRock apoyara todas propuestas que iban a presentar esta temporada: un total de 10.

En 2021, ya habría apoyado cinco de las seis presentadas (BP, Equinor, Chevron, ConocoPhillips y P66).

BlackRock, según Financial Times, de hecho, no estaría dejando de votar a favor de todas. En su código de stewardship el gigante consigna la posibilidad de apoyar solo aquellas propuestas de terceros que sean razonables a su juicio. Una línea que Rusia ha movido.

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