El activismo por la alimentación saludable se abre paso

La industria de la alimentación está bajo el escrutinio de los inversores ESG, que dan importancia tanto a los factores sociales como a los medioambientales

La crisis del Covid-19 ha puesto en el epicentro la salud y esto se ha reflejado en la creciente preocupación de los inversores por las cuestiones sociales. Con ello, se someten a examen las empresas por su impacto en el bienestar social y la industria alimentaria es una de las que están bajo la lupa por su influencia en la salud.

Precisamente, esta semana ha trascendido que el gigante Nestlé ha examinado cómo de saludable es su gama de productos de alimentación. El informe interno de la multinacional suiza desvelado por ‘Financial Times reconoce que el 60% de sus productos no cumplen con los estándares de alimentación saludable.

La cifra, que no deja indiferentes a los consumidores, también podría tener importancia para sus inversores, algunos de los cuales están alineando sus carteras con los criterios ambientales, sociales y de buena gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés).

De hecho, entre sus mayores accionistas están algunos de las gestoras de fondos que avanzan en este sentido como BlackRock (4%), Vanguard (3%) y el fondo soberano noruego Norges, con un 2,65% de su capital.

Los hallazgos del informe del fabricante de Kit Kat y Nesquick podrían condicionar próximos cambios en las carteras de inversores, según explicó Jon Cox, analista de Kepler Cheuvreux.

“Llevamos mucho tiempo argumentando que la repostería convencional no es una categoría particularmente atractiva, dadas las presiones estructurales», señaló el analista en un comentario recogido por Bloomberg.

Campañas de activismo

La presión por parte de los gobiernos hacia los grupos de la cadena alimentaria por el problema de la obesidad es creciente. Además, ha comenzado a aflorar entre redes de inversores y grupos activistas como ShareAction, que ha puesto el foco en los supermercados.

«Durante demasiado tiempo, los alimentos con alto contenido de azúcar, grasas y procesados ​​han estado en el centro de atención, provocando una crisis de obesidad. Las opciones poco saludables se comercializan mucho y las promociones de los supermercados se centran en ellas», argumenta la organización.

ShareAction, junto a un grupo de un centenar de accionistas, pidió en la junta de accionistas de Tesco de este año un mayor compromiso con la alimentación saludable. «Es tiempo de que las empresas tomen la responsabilidad de los efectos externos de salud que crean», argumentaron.

Como resultado, Tesco, el mayor supermercado de Europa por cotización bursátil, ha respondido con un objetivo de incrementar el peso de los productos más sanos en un 65% de sus ventas en 2025 en el Reino Unido y con compromisos adicionales en Centro Europa.

El peso de los productos saludables en las ventas totales en este tipo de compañías es una de las métricas claves para mejorar las dietas saludables, según el movimiento Healthy Markets Investor Coalition.

Accionistas piden a McDonald’s que examine el uso de antibióticos

Otro ejemplo de activismo ‘healthy’ en el sector en esta temporada de juntas se ha vivido en la icónica cadena de hamburgueserías McDonald’s, de la mano del grupo de accionistas Shareholder Commons.

La ONG introdujo una propuesta para que la cadena de comida rápida examine «los costes ambientales y de salud pública por el uso de antibióticos que crea la compañía en su cadena de suministro, y cómo esto afecta al valor bursátil».

Una propuesta similar fue aceptada por Yum! Brands, la marca que engloba competidores del restaurante de comida rápida como Pizza Hut, Taco Bell y KFC, que ha aceptado elaborar un análisis con un informe antes de finales de 2021.

En este deberá divulgar sus hallazgos sobre cómo el uso de antibióticos en la cría de animales en su cadena de suministro amenaza la salud y el bienestar global, así como la economía global y los intereses diversificados de sus accionistas.

El veganismo y otros cambio de los consumidores

En este contexto, dentro de la industria se están viendo beneficiadas las compañías que mejoran la salud alimenticia, reducen los desperdicios, promueven los alimentos saludables y naturales, utilizan menos fertilizantes y empaquetan de manera sostenible.

En empresas «innovadoras que buscan producir alimentos de calidad mientras reducen su huella medioambiental» es en lo que se fijan los gestores del fondo temático ‘BNP Paribas SMaRT Food’, disponible para los inversores españoles.

El fondo, clasificado como ‘verde oscuro’ o artículo 9 según SFDR, tiene «una cartera ideal para un inversor vegano, invierte en compañías que producen carne vegetal como Beyond Meat», explica la directora de ventas de BNP Paribas AM, Elena Armengot.

Valores en cartera del fondo BNP Paribas SMaRT Food. Imagen de BNP Paribas AM.

El producto de renta variable global cuenta también en su portfolio con acciones de Leroy Seafood, Brambles, Kerry Group, Vitasoy, Tomra o Trimble. El 55% de los ingresos de las compañías que están en esta cartera provienen de la alimentación sostenible.

La cuestión medioambiental

Abordar la industria de la alimentación tiene connotaciones que van más allá del aspecto social y es que la industria, además, está estrechamente relacionada con el medioambiente.

Uno de cada tres alimentos acaba en la basura, lo que equivale a alrededor de 1.300 millones de toneladas de alimentos. Solo en en España, cada persona desecha 77 kilos de alimentos al año.

«El desperdicio de alimentos no es solo una preocupación social o humanitaria, sino ambiental. Cuando desperdiciamos alimentos, también desperdiciamos toda la energía y el agua que se requieren para cultivarlos, cosecharlos, transportarlos», explican desde la agencia de valores Portocolom.

Reducir el desperdicio de alimentos limita las emisiones de gases invernadero

Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de Naciones Unidas se incluye la meta de reducir a la mitad el desperdicio de alimentos para el 2030.

Y si los alimentos llegan a parar al vertedero y se pudren, producen metano, un gas de efecto invernadero aún más potente que el dióxido de carbono.

No es una cuestión menor, ya que el desperdicio de alimentos genera aproximadamente el 8% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero ocasionadas por el hombre.

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