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¿Qué es la inversión ESG y por qué es importante para los inversores?

No sólo mide la rentabilidad en sí, sino el impacto de las compañías en la sociedad

Stock Exchange

‘Environmental, Social y Governance’. Esos tres conceptos anglosajones se esconden detrás de las siglas ESG que, básicamente, equivalen al concepto español de inversión socialmente responsable (ISR) o inversión con perspectiva ambiental, social y de buen gobierno (ASG). Invertir no sólo con la mirada puesta en la rentabilidad por sí misma, sino teniendo en cuenta cuál es el impacto real de una compañía en la sociedad en la que opera, tanto desde el punto de vista medioambiental; como en sus clientes o proveedores; y si disponen de un modelo de gobierno corporativo que respete principios fundamentales.

Definir los conceptos puede parecer sencillo, pero incorporarlos al día a día de las empresas; o a la gestión real de las carteras de activos de las gestoras de fondos es algo diferente, aunque su peso sea creciente.

Por ejemplo. ¿Sigue los criterios ESG una empresa cuyos directivos son denunciados por fraude? ¿O una compañía que provoca un daño medioambiental o que acumula denuncias por mala praxis por parte de sus empleados? En esos casos, la respuesta es sencilla, pero lo habitual es que las «líneas rojas» no sean tan claras.

Tres preguntas, tres enfoques para analizar la ESG

En esas preguntan residen los componentes de la ESG. El primero, el medioambiental (‘Environmental‘) recoge el impacto de cada compañía en el entorno en el que opera, desde aspectos como el consumo de energía o de agua, hasta las emisiones de carbono que se imputa; pero en industrias como la energética, también conlleva la transformación en sí, hacia un modelo más sostenible, como es la transición hacia un sistema eléctrico basado en renovables o el impulso del hidrógeno verde.

El segundo componente de la ESG, el ‘Social‘ pone bajo la lupa la gestión de las compañías respecto a sus grupos de interés, ya sean clientes, proveedores, empleados o la propia sociedad. Y ahí entran cuestiones como las condiciones laborales de sus trabajadores, de sus subcontratas o el uso de proveedores en países en desarrollo que no cumplan con las mínimas medidas de seguridad.

¿Sigue los criterios ESG una empresa cuyos directivos son denunciados por fraude? ¿O una compañía que provoca un daño medioambiental?

Por último, el ‘Corporate Governance‘ o buen gobierno. Un concepto de puertas a dentro, enlazado directamente con el modelo de gestión y el control interno de la compañía. Es decir, desde cómo plantea la remuneración de su alta dirección o su consejo de administración, hasta si tolera o vigila conductas éticamente adecuadas. También si protege o no los derechos e intereses de sus accionistas minoritarios.

La realidad de la inversión basada en los criterios ESG es, por tanto, compleja porque, salvo excepciones, las empresas no viven constantemente grandes crisis reputacionales que hagan tambalear los conceptos que integran la ESG. Se trata, en mayor medida, de una evolución, que permita ver la operativa real y la marcha de sus debilidades y fortalezas a lo largo de los años.

Exigencia de información

Las empresas el Ibex 35, poco a poco, van incluyendo la ESG en sus presentaciones, planes estratégicos e informes anuales y recogen cuál es el impacto real de su negocio en las sociedades donde actúan. También, de forma paulatina, han ido creando comisiones de sostenibilidad dentro de sus órganos de gestión.

Una información a sus ‘stakeholders’ que no sólo es útil desde el punto de vista de la responsabilidad social corporativa, sino, sobre todo, para los inversores que se encaminan a priorizar a aquellas compañías que de verdad tengan interiorizados los conceptos de ESG en su negocio lo que las convierta en más confiables y resilientes a largo plazo.

Según el informe ‘Hacia la nueva Gobernanza ESG: Consejos de Administración sostenibles’, publicado este verano por la plataforma empresarial Clúster de Transparencia, Buen Gobierno e Integridad, sólo el 16% de los consejeros del Ibex contaba con competencias ESG y el 29% de las empresas del selectivo disponía de una comisión de sostenibilidad, lo que deja claro que queda mucho camino por recorrer.

Creciente peso en las carteras de inversión

“En los últimos tiempos y diría que a nivel mundial todos, sector privado, gobiernos, reguladores, supervisores, hablamos de sostenibilidad y especialmente en el sector financiero de finanzas sostenibles”, explicaba la vicepresidenta de la CNMV, Ana María Martínez Pina, durante una jornada sobre agenda ESG 2020.

“No hay una definición oficial de finanzas sostenibles, pero sí un consenso de que las finanzas sostenibles suponen la incorporación de factores medioambientales, sociales y de gobierno (ESG) en el proceso de toma de decisiones de inversión”, aseguró.

Sólo el 16% de los consejeros del IBEX cuenta con competencias ESG

Los criterios ESG van pesando cada día más en la composición de las carteras de los gestores de fondos, como factor clave para garantizar la generación de rendimientos financieros competitivos a largo plazo que, además, generen un impacto social positivo.

Se estima que, en España, los activos gestionados bajo criterios ESG superan los 210.000 millones de euros. De ellos, más de 191.000 millones corresponden a activos gestionados por entidades nacionales y otros 19.000, a entidades internacionales, según el informe ‘La Inversión Sostenible y Responsable en España 2019’ realizado por Spainsif, en base a los criterios de Eurosif y de la Global Sustainable Investment Allianz (GSIA).

Ese creciente peso y la relevancia internacional que ha ido adquiriendo la inversión ESG está en el foco de la Comisión Europea que quiere ahondar en la emisión de bonos verdes (que siguen estos criterios) como uno de los pilares económicos a futuro, sobre todo en un momento de inyección de fondos como el actual, consecuencia de la crisis del Covid-19.

También aspira a la estandarización de criterios, para que la evaluación de la ESG por parte de las empresas se base en modelos comunes, medibles y auditables y evitar así el ‘ESG-washing‘ o ‘green washing‘ que haga pasar por ESG medidas diseñadas de cara a la galería para ‘limpiar’ la imagen de las empresas sin haber detrás una estrategia real. Caminamos ya a estándares comunes que miden el impacto real de las empresas, con inversores que piden resultados y que exigirán, de forma creciente, más responsabilidad.

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