Total, Exxon, Shell, Chevron… cuatro ejemplos de que el activismo climático ya lleva las riendas de los gigantes del petróleo

Se cierra una semana clave para la industria, en la que la presión de los inversores y la Justicia han impuesto cambios estructurales a algunos de los principales operadores de crudo del mundo

“Es el mejor resultado para aquellos que esperaban una revuelta de los accionistas hacia la compañía, para aquellos que son más activistas”. Así concluía el presidente y consejero delegado de Total, Patrick Pouyanné, la junta de accionistas anual del grupo francés. “Gracias por el apoyo”, sentenció tras lograr el respaldo de la asamblea a su hoja de ruta hacia la descarbonización de la multinacional.

La de Total fue una junta atípica, tensa y marcada por la exigencia de que la compañía gala ambicione una transformación hacia las renovables. Una junta que, además, ponía el broche a una semana en la que los grandes grupos petroleros (Exxon, Shell, Chevron…) han comprobado en su propia estructura cómo el activismo accionarial ya no exige cambios levantando la mano para pedir turno de palabra, ni son grupos de presión que enarbolan pancartas.

Los accionistas activistas más comprometidos con la ESG (sobre todo con el componente medioambiental) ya marcan el discurso de las compañías y piden su asiento en el consejo de administración, como ha quedado patente con el gigante estadounidense Exxon.

La transformación de Total más allá del crudo

Pero, por ser el último capítulo de una semana donde la industria petrolera quizás haya cambiado para siempre, el caso de Total es significativo.

Por un lado, porque la compañía francesa quiere dejar de ser percibida como petrolera y, para ello, ha optado por cambiarse de nombre. O, mejor dicho, por ponerse apellido. A partir de este viernes será Total Energies, para mostrar la imagen de que su negocio va mucho más allá del crudo.

Por otro -y sobre todo- porque la mayor parte de las casi tres horas de la junta de accionistas del grupo francés estuvieron enfocadas a su modelo de transformación energética. A cómo la mitad de los 60.000 millones de euros que quiere invertir en la próxima década van a estar dedicados a su transformación renovable, con la exigencia de ser neutral en carbono en 2050.

Su presidente y CEO recalcó en varias ocasiones que la compañía va a invertir en renovables, en hidrógeno verde, en baterías… pero también en crudo. 

Porque ese es el principal escollo al que se enfrentan las que fueron las grandes petroleras del siglo XX. Tienen que apostar e invertir en renovables al mismo tiempo que mantienen el negocio del petróleo.

No podemos dejar de invertir en refinerías, de aquí a 2050 porque va a seguir habiendo coches, de gasolina y diésel, y van a seguir volando aviones”, reconocía sin ambages el presidente de la ya renombrada Total Energies.

Un doble juego estratégico que, en su caso, se saldó con un apoyo masivo por parte de sus accionistas a su plan de transformación, de casi el 92%. De ahí su agradecimiento.

Exxon, obligada a cambiar su consejo para transformarse

Si Total Energies ha sido la última protagonista de esta semana clave para las petroleras, el papel principal ha sido el de Exxon. El grupo estadounidense ha visto que para recabar el apoyo de los inversores ESG no sólo basta con marcarse objetivos, sino que estos deben de ser ambiciosos y realistas

Y, si no lo son, los accionistas comprometidos son la sostenibilidad ambiental no sólo pueden imponer un cambio de estrategia, sino también cambiar la propia dirección de la compañía y ‘colarse’ en el consejo de administración.

En el caso de la que fue la mayor petrolera del mundo por capitalización, ha sido un pequeño inversor, el ‘hedge fund’, Engine No.1, que sólo controla el 0,02% de su accionariado, el que ha conseguido una victoria para el activismo accionarial.

Este fondo propuso sus propios candidatos al consejo de administración, alternativos a los propuestos por la dirección y, de las 12 sillas en esa mesa de dirección se ha hecho con dos, que ocuparán exdirectivos vinculados al sector energético, Gregory Goff, ex consejero delegado de una compañía de refino Andeavor; y Kaisa Hietala, exdirectiva de la empresa de diésel ‘verde’ Neste.

Entran en la dirección de Exxon a pesar de que su presidente y consejero delegado, Darren Woods, criticó su valía al asegurar que no estaban lo suficientemente cualificados para el puesto.

Ahora, no sólo compartirá el consejo con ellos, sino que además tendrá que ceder en su propio puesto, porque los inversores también le han obligado a separar el cargo de presidente del de consejero delegado.

Engine No.1 ha llevado a sus candidatos al consejo tras lograr el respaldo de accionistas clave, como los gigantes de la inversión BlackRock, Vanguard y State Street Global Advisors y, también, de los fondos de pensiones de empleados públicos de California y Nueva York

Apoyo que no es gratuito, sino que también tiene detrás la exigencia de garantizarse la rentabilidad y la propia continuidad del negocio, después de la Agencia Internacional de la Energía haya puesto fin a las exploraciones de nuevas plantas petrolíferas y reconocido que para lograr las cero emisiones en 2050, en 2030, el 60% de los vehículos que se vendan deben ser eléctricos. 

“El nexo entre el cambio climático y los resultados financieros es innegable”, aseguró a Bloomberg, Aeisha Mastagni, ‘fund manager’ del fondo de pensiones de los profesores de California, uno de los inversores de Exxon que respaldó a Engine No.1. 

“Cuando Engine No.1 nos presentó la idea de sustituir a parte del consejo por nuevos miembros nos pareció interesante porque nosotros ya lo habíamos intentado todo”, indicó Mastagni a NPR, la radio pública estadounidense.

A la presión de los accionistas se suman los tribunales

Lo ocurrido con Exxon y Total no son dos gotas en el desierto y evidencian que la situación de las petroleras a uno y otro lado del Atlántico presenta coincidencias, a pesar de que en Europa, de momento, la regulación que les obliga a acelerar en su transformación renovable es más exigente.

La Comisión Europea requiere una rebaja de más del 55% de las emisiones con efecto invernadero en 2030, en comparación con 1990, aunque aún falta por plasmarlo en una legislación que oficialice esa meta. Mientras que en Estados Unidos, Biden ha marcado el objetivo de reducir las emisiones a la mitad al final de esta década, pero en referencia a los niveles de 2005.

Y esas metas exigen más compromisos. Por eso, la junta de accionistas de Chrevon también ha exigido a esta petrolera que diversifique su negocio a las renovables y que no sólo rebaje sus emisiones, sino que también ponga en marcha iniciativas para que las reduzcan sus clientes, con el objetivo de recortar su emisiones de Scope o Alcance 3.

Mientras, en Holanda, un tribunal de la Haya ha instado a Shell a cumplir con la exigencia legal y llegar en 2030 a una rebaja del 45% y no del 20% como se había marcado. 

La transformación es clara, tanto por la presión legal, como por la accionarial. Hay que recordar que tanto Total, como Shell están adscritas a la iniciativa ‘Say on climate’, impulsada por Chris Hohn -inversor en cotizadas españolas como Cellnex, Ferrovial o Aena– que insta a sus participadas a suscribir compromisos climáticos y a que se voten en las juntas.

Lo mismo ocurre con iniciativas de inversores activistas del sector petrolero, como Follow This, que busca fines similares sumando las acciones de pequeños inversores particulares. Sin olvidar al ‘lobby’ de inversores Climate Action 100+, que hace semanas ya había reseñado que este año iba a introducir más de una docena de propuestas en las juntas de accionistas de las grandes cotizadas, sobre todo petroleras. 

Un suma y sigue, que no tiene visos de frenarse, y que augura más presión para que las cotizadas aceleren en su transformación y no vean las citas anuales con los inversores como un mero trámite en el que dar cuenta de la marcha del negocio.

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