La desigual pugna de la gran banca en financiación verde

El Santander y el BBVA cuentan con compromisos específicos en esta materia, pero difíciles de comparar porque incluyen conceptos distintos

La complejidad a la hora de cotejar datos de sostenibilidad entre empresas, es extensible al mundo de la financiación sostenible. Los abultados objetivos que los bancos mundiales están lanzando al mercado, pecan de falta de comparabilidad; y la gran banca española no es una excepción.

Las metas presentadas por el Banco Santander y el BBVA incluyen conceptos diferentes, lo que quita visibilidad a la hora de enfrentar sus objetivos y obliga a hacer aproximaciones para saber quién se lleva el oro y la plata en su tradicional enfrentamiento; ya que las cifras en bruto dibujan un cuadrilátero distinto a la realidad.

La entidad que preside Ana Botín ha mantenido sin cambios su hoja de ruta tras el cierre del primer semestre de 2021: movilizar 120.000 millones en financiación verde entre 2019 y 2025. La meta se incrementa hasta los 220.000 millones si extiende el periodo hasta 2030.

Hasta junio, el Banco Santander había movilizado 41.700 millones en financiación verde

En esta cifra el banco incluye «la financiación y movilización de capital para actividad verde vía ‘project finance’, préstamos sindicados, ‘green bonds’, capital finance, ‘export finance’, ‘advisory’, ‘structuring’ y otros productos para apoyar a nuestros clientes hacia una economía baja en carbono», enumera el banco en la documentación presentada al mercado con los resultados semestrales.

Desde 2019 y hasta el pasado 30 de junio, el Santander había movilizado 41.700 millones de euros.

Por su parte, el banco que lidera Carlos Torres ha anunciado este mismo mes de julio que elevaba de 100.000 a 200.000 millones su meta, pero con el matiz de que la cifra se refiere a «financiación sostenible».

A diferencia del Santander, el segundo banco de la bolsa española también incluye financiación ligada a criterios sociales en su objetivo; por lo que los objetivos ya son difíciles de comparar.

Extrapolando hacia el futuro cómo está repartiendo dicha movilización, y dando por hecho que estuviera teniendo conceptos similares, el objetivo del BBVA quedaría menos por encima del del Santander de lo que parecería.

Hasta el 31 de marzo, un 77% de la financiación sostenible ‘movilizada’ -59.000 millones- era ‘verde’ y el resto social. Con esa proporción la meta ‘green’ hasta 2025 se situaría en los 154.000 millones tras la actualización de objetivos, aunque con el gran riesgo de que cambien las proporciones y también el importe final.

Un tema crítico para el sector

La banca está encontrando en los objetivos de financiación sostenible un aliado para conectar con los inversores en un entorno operativo que todavía es muy complicado, por los tipos históricos en mínimos, y por la incertidumbre sobre cuál será el impacto final en morosidad que dejará la crisis sanitaria provocada por el COVID-19.

Son varias las entidades internacionales que en los últimos meses han ido engordando sus cifras objetivo, a pesar de que existe poca homogeneidad sobre cómo se llevará a cabo la transición -la regulación inconclusa no ayuda-, apoyándose en que las cifras llegan incluso a ser billonarias y que los conceptos sobre este tipo de financiación pueden ser difusos para la mayoría.

Es probable que a medida que se impongan objetivos comparables -como sucede con los ratios de capital o con los objetivos financieros- las metas varíen, aunque parece difícil que la moda sostenible vaya a pasar pronto. Es un nuevo foco de negocio, que será muy competitivo, pero muy necesario para ir convirtiendo las carteras financieras en nulas en emisiones.

César González-Bueno, consejero delegado del Banco Sabadell, reconocía este jueves la importancia de la ESG y avanzaba que las medidas contra el cambio climático va a provocar cambios importantes en la «transformación del tejido productivo».

El ejecutivo señalaba que era un enfoque que se estaban tomando muy en serio -el banco acaba de nombrar a Ana Ribalta responsable de la nueva dirección de sostenibilidad del grupo-, pero reconoce que faltan métricas y guía regulatoria sobre cómo financiar la transición; algo que para González-Bueno es clave; así como el apoyar a los clientes en su transformación.

El propio José Antonio Álvarez, consejero delegado del Banco Santander, reconocía este miércoles que es un reto dar una hoja de ruta ‘cerrada’ antes de la junta del año que viene; con la multitud de temas regulatorios que están abiertos -como la taxonomía – o los próximos test de estrés climáticos.

Y la regulación es capaz de cambiar -y mucho- las cifras. El ejemplo lo tenemos en la industria de la inversión responsable. El volumen de activos se ha reducido en dos billones de euros al introducir ‘correctivos’ regulatorios contra el ‘greenwashing’.

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