‘Best in class’ y el riesgo de liquidez: el problema de la inducción

Las controversias -los cisnes negros en ESG- pueden provocar pérdidas muy significativas de valor, especialmente para las empresas con los mejores rating

La inversión por criterios ESG (medioambientales, sociales y de gobierno corporativo) está siendo tendencia en los últimos años. Cada vez son más las gestoras las que utilizan ratings ESG para determinar qué compañías pueden entrar en su universo de inversión.

Según un estudio del Massachusetts Institute of Technology (MIT) publicado en 2019 y titulado: Aggregate Confusion: The Divergence of ESG Ratings, existe cierta dispersión en las valoraciones que hacen las diferentes agencias de este tipo de ratings.

Sin embargo, a pesar de la baja correlación media entre las métricas de los principales proveedores, un 0,54 según el estudio, sí existe una mayor coincidencia en aquellas compañías que se comportan mejor a nivel sectorial.

La voluntad de invertir en ‘best in class’ hace que exista un nuevo riesgo de liquidez

La creciente voluntad de las gestoras de fondos en invertir en aquellas compañías que son denominadas Best in Class dentro de su categoría hace que exista un nuevo riesgo de liquidez como consecuencia del problema de la inducción utilizada para crear los ratings ESG.

El matemático Nassim Taleb popularizó el concepto del Cisne Negro en medio de la crisis financiera del 2007. Denominó cisnes negros a aquellos eventos que son impredecibles y cuyas consecuencias son potencialmente muy graves.

Como trader de opciones y gestor de fondos, supo sacar provecho en los mercados financieros de lo que se denominan riesgos de cola (riesgos muy poco probables según distribuciones normales) para poder retirarse a una temprana edad y dedicarse a la escritura y la docencia.

Su libro The Black Swan, publicado en 2007, fue descrito por The Sunday Times como uno de los 12 libros más influyentes desde la Segunda Guerra Mundial, y forma parte de un compendio de 5 ensayos bajo el título de Incerto.

El problema de la inducción

Taleb explica en su libro que en la antigüedad se entendía que todos los cisnes eran blancos y que cada vez que los exploradores se adentraban en nuevos territorios y avistaban otros cisnes blancos creían tener más seguridad que todos los cisnes eran blancos.

Es lo que se conoce como sesgo de confirmación o el problema de la inducción. Prosigue Taleb explicando, como buen conocedor de Popper y su teoría de la falsificación, que por muchos cisnes blancos que se avistaran, tan solo hacía falta un cisne negro para refutar la creencia que todos los cisnes eran blancos.

Algo parecido sucede con el modo en el que se fabrican los ratings ESG y se crean algunas carteras de inversión. Una concatenación de buenas practicas asegura a las compañías cotizadas un buen rating y una mayor atracción para los inversores.

Sin embargo, una sola controversia grave en un factor ESG puede cambiarle el rating y producir una huida súbita de inversores institucionales en ese valor.

Las controversias sociales le costaron a Boohoo un 45 por ciento de su valor en una semana

Pongamos un ejemplo: el año pasado, Boohoo, la compañía británica especializada en moda online, sufrió una caída de valor en bolsa de un 45 por ciento en el corto periodo de una semana como consecuencia de unas noticias que iban en contra de las buenas prácticas a nivel laboral que las agencias de rating le suponían a Boohoo.

Los inversores institucionales que invertían en esta compañía confiando en sus buenas prácticas salieron en masa sufriendo serias pérdidas económicas debidas a la falta de liquidez del valor durante esa semana.

Este verano, Iberdrola, una empresa con puntuaciones relativamente altas en ratings ESG, ha estado en el punto de mira por la gestión de las reservas hidráulicas de varios de los pantanos que explota en la cuenca hidrográfica Miño-Sil. De hecho, el gobierno ha abierto un expediente informativo para estudiar el caso de descensos acelerados de capacidad en varios de esos pantanos, así como un turbinaje excesivo.

Este último, le habría permitido supuestamente incrementar la producción hidroeléctrica, de coste más barato a otras alternativas, coincidiendo con un contexto de precios de la electricidad en máximos y un riesgo elevado de incendios que dificultaba la actividad de los hidroaviones.

Si esto se confirma, su rating ESG podría verse modificado y algunos inversores podrían cuestionar su permanencia en el valor.

Los ratings ESG y el apetito de los inversores institucionales por las buenas prácticas crean entradas amplias y doradas como palacios en el capital de las compañías, pero también salidas estrechas y oscuras como callejones. Con el agravante de que nunca sabemos cuándo será avistado el nuevo cisne negro. Aviso para navegantes.

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